Mi juego siempre es el mismo, enamorarme y lanzarme al abismo, del que nunca salgo. Ahí me quedo, barado, como una pobre ballena en el fin de sus días, agravado por la marea negra, que es tu amor. De ese abismo no puedo escapar. Escalo, con uñas y dientes, pero no avanzo. Resbalo y sigo intentandolo, pero nada, es demsiado empinado y mis fuerzas han ido mermando. Pero de repente una luz me cega, es un haz potente, casi celestial que me impulsa a seguir y echarme a la mar: que es esta vida; llena de turbias tempestades y apacibles aguas, rodeados de seres que me animan. Estoy remontando, no lo puedo creer, ese haz me ha salvado. ¿Cuando lo volveré a ver?. Pasan los días, pasan los años y mi piel cada dia se esta arrugando. Mis brazos ya no son lo que eran, mis piernas tampoco y mi mente esta entrando en un ciclo angustioso del que no creo que pueda salir. La claridad me abandona, la penumbra me posee, creo que no hay remedio y mi amor aún te pertenece. Ahora solo queda mirar al frente, y esperar a que la niebla me cubra y deje que mi dolor cese.
No hay comentarios:
Publicar un comentario