viernes, 7 de diciembre de 2012

Reflexión sobre el amor

Este sentimiento, llamado amor, es tan ambiguo como la vida misma. En un momento lo sientes y en otro momento ya no. Te sientes como el peor de los asesinos, traicionando la confianza de aquella persona a la que jurabas amor eterno. Pero no hay mas que eso, eso que ya no hay, amor. Tu quieres, pero no amas y comprendes que la única manera de ser feliz es la separación, la amistad. Sientes otras cosas que no son amor, sino, amistad y no puedes seguir mintiéndote a ti mismo ni a aquella persona. Sólo queda el recuerdo de lo que fué, solo queda el ayer, como un dulce pasado que ya no volverá a ser. Sólo debes esperar a que las heridas cicatricen y valorar lo que cada uno os aportasteis altruistamente. Ya no será lo mismo, quedarán resquicios de rencor y pasión que estarán presentes en cada reunión, creando una latente situación de tensión que solo el tiempo hará desaparecer. . No eran novios. Era una amistad tan férrea que se convirtió en amor y sobre ello se basó toda la relación.
La amistad y la confianza son los pilares de la relación , si eso se acaba no hay mas que hablar, la relación solo traerá rencor y desconfianza, que nos llevará a la infelicidad. Por eso y por todo el tiempo pasado, mi opinión es esta: Debemos mantener la confianza, no acrecentar el daño divulgando intimidades u otra información que pueda dañarnos. En esta situación hay que ser egoísta y pensar en que si tu no eres feliz no podras hacer feliz a la otra persona y, a la vez, pensar en la felicidad la otra persona, sin olvidar, provocar el menor daño posible a aquella persona que quieres pero ya no amas. Deja el tiempo pasar y acompáñalo de una amistad sincera e incondicional.
No dejes que nada ni nadie pueda acabar con vuestra futura amistad.Y que tu apoyo este presente en ella y sea incondicional. Déjala volar, escapar, dejala libre, libre de la infelicidad en la que se haya cuando le dices "Te amo" cuando ya no la amas.


Vicente Aleixandre- Tormento de amor

Te amé, te amé, por tus ojos, tus labios, tu garganta, tu voz,
tu corazón encendido en violencia.
Te amé como a mi furia, mi destino furioso,
mi cerrazón sin alba, mi luna machacada.

Eras hermosa. Tenías ojos grandes.
Palomas grandes, veloces garras, altas águilas potentísimas...
Tenías esa plenitud por un cielo rutilante
donde el fragor de los mundos no es un beso en tu boca.

Pero te amé como la luna ama la sangre,
como la luna busca la sangre de las venas,
como la luna suplanta a la sangre y recorre furiosa
las venas encendidas de amarillas pasiones.

No sé lo que es la muerte, si se besa la boca.
No sé lo que es morir. Yo no muero. Yo canto.
Canto muerto y podrido como un hueso brillante,
radiante ante la luna como un cristal purísimo.

Canto como la carne, como la dura piedra.
Canto tus dientes feroces sin palabras.
Canto su sola sombra, su tristísima sombra
sobre la dulce tierra donde un césped se amansa.

Nadie llora. No mires este rostro
donde las lágrimas no viven, no respiran.
No mires esta piedra, esta llama de hierro,
este cuerpo que resuena como una torre metálica.

Tenías cabellera, dulces rizos, miradas y mejillas.
Tenías brazos, y no ríos sin límite.
Tenías tu forma, tu frontera preciosa, tu dulce margen
de carne estremecida.
Era tu corazón como alada bandera.

¡Pero tu sangre no, tu vida no, tu maldad no!
¿Quién soy yo que suplica a la luna mi muerte?
¿Quién soy yo que resiste los vientos, que siente las
heridas de sus frenéticos cuchillos,
que le mojen su dibujo de mármol
como una dura estatua ensangrentada por la tormenta?

¿Quién soy yo que no escucho entre los truenos,
ni mi brazo de hueso con signo de relámpago,
ni la lluvia sangrienta que tiñe la yerba que ha nacido
entre mis pies mordidos por un río de dientes?

¿Quién soy, quién eres, quién te sabe?
¿A quién amo, oh tú, hermosa mortal,
amante reluciente, pecho radiante;
¿a quién o a quién amo, a qué sombra, a qué carne,
a qué podridos huesos que como flores me embriagan?

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